…Y se empotró contra el inodoro

Se trata de una de esas anécdotas que suceden en la oficina. En los servicios, hay personas que no usan el pestillo para cerrar la puerta de su cubículo, especialmente recomendable cuando estos son de tamaño reducido y el inodoro se encuentra justo frente a la puerta y a menos de un metro de distancia.

Cuando vas al servicio, a veces, vas con cierta urgencia, es decir, entras como un rinoceronte sin suponer que detrás de una puerta cerrada sin pestillo hay alguien. La situación puede acabar en que el pobre hombre que está meando frente al inodoro, sea empujado contra el inodoro por la puerta, que tu estás empujando de forma compulsiva para entrar, a pesar de que el pobre hombre que se está empotrando contra el inodoro grite “ala, ala, ala”. Tu cerebro entra en cortocircuito y no entiende el hecho de que estás aplastando a alguien que casi está con la cara en los azulejos de la pared mientras tu empujas la puerta e insistes en entrar.